dissabte, 4 de juny del 2011

Notas desde la oscuridad.-

Permeteu-me que en aquesta ocasió escrigui en castellà. Em trobo assegut en una cadira amb ales, en mig d’una interessant ponència de la professora Miren Etxezarreta i de sobte, com dirien alguns “esotèrics” m’he posat a escriure.

Si el capital está contento, todo va bien. Hay que alimentarlo. Así nos lo hizo saber un hombre de bigotes extraños de más raros andares.
En el capitalismo, aunque nos lo quieran hacer creer, no hay democracia, por lo menos esa democracia plena a la que muchos y muchas aspiramos y que no vemos llegar nunca. El gobierno de unos pocos prevalece sobre la opinión de una mayoría que no intervenimos en ninguna de las tomas de decisiones importantes (la redacción de una ley, la aprobación de los presupuestos generales del Estado, etc. ) Se presupone que ya participamos cuando fuimos a votar y con eso está todo dicho. Tampoco parece que cuando nos dan opción a criticar (contra la reforma laboral, los bajos salarios, las condiciones de trabajo), algunos parecen mirar hacia otro lado y dejar que otros hagan lo que deberíamos hacer entre todos. Si hay que repartir, como se ve, hay para todos los gustos.
Así que al monstruo, el capital entendido como máxima expresión del dinero convertido en dividendos, grandes o pequeños, reales o ficticios, hay que darle de comer, porque tiene hambre y siempre come. Si no lo hace (comer) se enfada, se pone de muy mal humor (los expertos siempre nos advierten sobre el tema –y a lo mejor hay que dejarlo que se muera de hambre-). De momento nos acostumbraron a comer de sus sobras, se sus desperdicios, de las miguitas que se le escapan y con las cuales muchos se sienten muy agradecidos. En este escenario, los más temerosos ocultan el conflicto social, desde sus múltiples facetas, a veces no con toda la fuerza que sería necesaria (según ellos) para cambiarlo y entre tanto, el capitalismo se va reforzando ideológicamente, intentando racionalizar su propio status y con él, los voceros explican el por qué es necesario seguir alimentando a la bestia, no sea que se vuelva a enfadar y quiera comernos a nosotros también (con su insaciable apetito).
La destrucción de la renta produce las desigualdades sociales, he oído decir. Tantas veces, por cierto. El casino de la vida se mantiene a crédito, ignorando las consecuencia que este tiene (el crédito y el casino de la vida) para nosotros. Producimos deudas y obligaciones que nadie puede garantizar cumplir. Este es uno de los mejores amigos de los especuladores: el dinero fácil, aunque se a a costa de mucho riesgo (y se encargarán de buscar a quién le venden el muerto).
¿A quien parece perjudicar, en el mundo del trabajo, la democracia? Sabe mal decirlo, pero parece evidente que a las propias empresas y después a los poderes fácticos e incluso a la propia política. Parece que la transparencia (por transparente) tiende a convertirse en invisibilidad. Que el Estado haya salvado a las instituciones financieras es una obviedad que no aporta nada, pero ¿quién nos salva a nosotros, a los trabajadores, a los indignados?.
El monstruo se come a los Estados, porque está gordo y necesita comer. A él, esto de adelgazar no le va ni para lucir tipito. Es un monstruo goloso, acostumbrado a los caprichos y las excentricidades. Mientras que las entidades financieras piden dinero al Banco Central Europeo al 1% de interés (y este da cerrando los ojos y sin mirar ni cuánto ni a quién), este mismo dinero es prestado a los Estados al 4% de interés (atiéndase que en la jugada ya salen ganando un 3%), pero lo bueno viene aquí: el dinero que los Estados han pedido a las entidades bancarias sirve para devolverse a un 0% de interés ¿No es este un sistema perfecto de cinismo político y financiero? Sobre todo porque el dinero no lo invierten en crear riqueza, sino en pagar sus deudas, las que ellos han creado y guardar para cuando los tiempos sean mejores. De momento la clase asalariada es la que paga los platos rotos, aunque nos digan que no es así.
Mientras tantos, las instituciones públicas, aquellas que con el tiempo situarán a sus políticos en algunas áreas de dudosa influencia dependientes de prestigiosos sectores financieros y empresariales, se muestran ahora muy ocupadas, muy interesadas por gestionar los intereses de las personas al servicio del capital, al que tanto alaban y tanto temen, y no de nuestros intereses como ciudadanos de a pie ¿De dónde se puede sacar el alimento para saciar a la bestia? Ah!, de las Administraciones Públicas y de los servicios que nos ofrecen. En ello están, en desmantelar los servicios públicos para vendérselos a los cuidadores de la bestia.
En la fiscalidad encontraríamos unas de las pruebas que demuestran todas estas cosas, y también, en buena parte, un buen porcentaje de su solución. No hay dinero, digamos las cosas claras, porque no hay interés (interés para que lo haya) de ir a buscarlo. No hay dinero, pero no se persigue a los ladrones que defraudan a Hacienda (no a los pequeñitos, sino a los grandes). No hay dinero, pero se rebajan las cargas fiscales a los ricos. No hay dinero, y se condonan impuestos (el de transmisiones y demás).
Ahora se quejan de la economía sumergida, pero ¿de qué es producto la economía sumergida? ¿Economía sumergida o economía ahogada?. Ellos verán. Los derechos se convierten en caridad, cuando no en privilegios. Verdades a medias. No nos dicen que la crisis se puede resolver de otras maneras, sólo nos explican su manera, por supuesto, la peor de todas, pero la que más les convienen.
¿Qué nos queda? Rebelarnos, pero la alternativa es un progreso y no un salto al vacío. Debemos comenzar por organizarnos de otra manera, interaccionar nuestras estrategias y sumar complicidades haciendo que todo el mundo se sienta satisfecho de avanzar en una misma dirección y con un único y compartido objetivo. ¡Empecemos pues por lo posible para conseguir lo soñado!.

Fi de les reflexions a tenor d’una cadira i una ponent jubilada i activa